Luego de un Bello Encuentro
Luego de experimentar un encuentro muy especial con mi Padre Celestial , mi alma quedó tan enamorada, que intenté mil formas de agradar a Dios, deseaba, con todo mi ser, volver a sentir lo que ese día me llenó por completo.
Durante aproximadamente 3 años me dediqué a hacer y hacer. Lo primero, acatar todo lo que se me ordenara o sugería, como lo fue: orarle – pero estando a solas lo hacía de rodilla, creía que era lo que correcto para honrar a Dios – leer y meditar en la biblia diariamente, ayunar todas las veces que me fuese posible.
De madrugada procuraba despertar a las 3.00 am para orar; la mayoría de las veces, ¡con un sueño terrible!, hacía un gran esfuerzo, siendo sincera, pocas veces lo alcancé. Sobre mi apariencia física, ¡Uf!, este se evidenció a leguas; deje de usar pantalones; lo reemplacé por la falda y vestidos simples, que me cubrieran completamente; no volví a maquillarme, arroje a la basura todo tipo de prenda; con la única pretención de santificar mi cuerpo, y lo que pudiese causar atracción del sexo opuesto, lo suprimí, ¡es más!, ni siquiera me volví a depilar las axilas, consideraba que Dios, al crear un cuerpo perfecto – algo muy cierto – cada vello tenía alguna función, al suprimir, era como declararle a Dios que se equivocó creó al hombre.
La música que escuchaba era exclusivamente cristiana; el juego de dominó, que compartía en familia, también lo dejé; tuve la convicción, que a Dios no le agradaban esos juegos del mundo. Deje de asistir a celebraciones o reunión familiar; y mis manos, no volvieron a sujetar un cigarro, aunque jamás he fumado; o una botella de licor, que tampoco me gusta; pero asumí que solo agarrar esas cosas, me condenaría ante Dios.
Influencias Externas
Un amado del Señor, que conocí a través de un artículo de temas cristianos en internet, llamado Antonio José Mijares Palacio, oficial en condición de Reserva Activa de mi país – al tiempo de hoy fallecido – me declaro un día:
Hermanita, no debes llamar a todos hermanos, pues no todos, son realmente hijos de Dios. Solo aquellos que se santifican cada vez más, son realmente tus hermanos; y si les llamas así; por pena o para complacer sus oídos, vas en contra de Dios, pues al llamarlos hermanos te estarías afiliando, con quien no lo son. Como lo reza en su palabra, no todo el que me llame, Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos, (Mateo 7:21). Jesús proclamó (Mateo 12:50), que sus hermanos eran aquellos que hacían la voluntad del Padre” va aquí
Hoy segura, estoy que sus consejos procedían del mismo anhelo que me llevó a sumar obras; un ferviente deseo de encontrarme con Dios. Empatice con él; ya que me declare, en múltiples ocasiones, que cualquier sacrificio no era suficiente para merecer ser un Hijo de Dios, además le consideré, como un enviado del cielo, a guiar, y cosa que me sugería, era “Ley” para mí.
Mi alma seguía Igual.
Sin embargo, los meses transcurrían, y esa carencia, o necesidad que me REVENTABA EL ALMA, se mantenía en el mismo lugar. Procurando encontrar el camino, me dediqué a investigar escritos de hombres que le habían servido a Dios; conocer sus historias, o enseñanzas, me podrían indicar la senda correcta. Leí muchísimos, algunos, me condujeron a saturar mi vida de más obras. En fin, no logré mi objetivo.
Al presente, estoy consciente que es imposible, que las vivencias de alguien, o las mías, las llegue a tener otro, la razón es muy sencilla, así como nuestras huellas dactilares son únicas, de igual manera lo son nuestros aprendizajes y experiencias. Cada uno conoce a Dios, por medio de Dios; y es solo Dios – valga la redundancia – el que puede determinar cómo se da a conocer. El Apóstol Pablo proclamó, una muy sabía y alegórica explicación de este tema en su carta a los Romanos en su capítulo 12; al enfatizar que estamos unidos a un mismo cuerpo, pero con marcadas diferencias al cumplir funciones específicas, y en su libro a los Efesios, capítulo 1, versículos 16 y 17; determina, que es solo el Padre de Gloria, quién puede darse a conocer así mismo, por medio de un espíritu de sabiduría y revelación, otorgado por Él.
¡Literal!, me cansé de nadar y no ver la orilla. Por ello, y buscando culpables de mi problema, determine:
“El problema se debe a la congregación donde estoy”.
Después de orar y tomar un ayuno por el asunto; llegué a la decisión de no volverme a reunir con ellos; argumenté, que las actividades o la forma de llevar el mensaje del Evangelio estaban fuera de lugar; a mi juicio, carecían de santidad, y esa era la razón por la cual Dios jamás se me revelaría en ese lugar; “La Religiosidad en Pasta”.
Un domingo, del mes de febrero de 2015, justo cuando inauguraban una sede, de la congregación principal en mi comunidad, y después de presenciar un Baile con Coreografía, vestuario folklórico y música venezolana, que consideré fuera de punto e inapropiado para Dios; me dije; “hasta aquí llego, no vuelvo más” Valiéndome de un inconveniente con el cuido mi hijo menor, me retiré.
Ahora bien, al no retornar, y teniendo en mi corazón, no buscar otro grupo; determiné comenzar en mi casa a la mayor brevedad. Fue para ese tiempo, que con muchísima paciencia, y sobre todo, en su infinita sabiduría, Dios, por medio de su Espíritu Santo, quien hoy por hoy sigue guiando mi vida, comenzó a fulminar, todas las reglas, condiciones, normas y cuanta cosa me había creado, para agradarle a ÉL. Esa religiosidad, que defendí como mi mayor tesoro; fue derribada por completo. Mi Padre Celestial, valiéndose de vivencias o situaciones cotidianas, que presentaré en lo sucesivo, y respaldado con las Sagradas Escrituras, me reveló su postura ante las cosas; como lo reza en:
Isaías 55: 8 y 9 “Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dice Jehová – Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos.
Y ya para dar cierre a este primer episodio, te declaro: Unas de las enseñanzas más valiosas que poseo, es saber, que mi encuentro con Él por su Gracia, no dependía de grupos, ni lugares, ni acción alguna, sino; en dejarme guiar. Aprendí que la Paz es la ruta a seguir, mientras tenga Paz, lo tenía a Él dirigiendo.
Filipenses 4:7 “Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestras mentes en Cristo Jesús…
Colosenses 3.15 “Y que la paz de Cristo reine en vuestros corazones, a la cual en verdad fuisteis llamados en un solo cuerpo; y sed agradecidos.